[Eriol T. Harlaown] Escaflowne: Veinte años de un romance de leyenda

Las historias van y vienen. Algunas de ellas toman forma de cuentos rurales, leyendas campestres y fábulas propias del folklore de diversos países. Todos estos relatos tienen en común el hecho de ser traspasados a través de cada generación de niños y adultos, partiendo desde el pariente cronológicamente más lejano dentro del árbol genealógico familiar.


No sé si esta historia creada desde la ficción, pero inspirada desde las lejanas leyendas que contaban la historia de una tierra perdida en medio del atlántico pueda perfectamente entrar dentro de ese grupo selecto de obras que han podido trascender desde una literatura folklórica de diversos países, a pesar que sea una creación proveniente del pensamiento contemporáneo. Una historia que habla de la leyenda de una chica que parte a otro mundo lejano de su planeta. Un día 2 de abril pero de 1996 se estrenaba uno de los mejores trabajos de la animación japonesa en muchos sentidos. Hablamos de “Escaflowne” que se estrenó por esa fecha por las pantallas de la televisión japonesa.



La chica que llego desde otro mundo


“¡Estoy preparada para volar!” Esa es la principal frase que utiliza Hitomi Kanzaki para desplegar su mejor habilidad, el atletismo. Ella es una estudiante de preparatoria que siente una profunda admiración a un joven compañero de su club. Además de ser una apasionada corredora, tiene una extraña habilidad con la cual nació: El don de la adivinación. Junto con ese don, recibió de parte de su abuela un hermoso y extraño colgante que sincroniza exactamente con el tiempo. A su vez, tiene extrañas visiones sobre un mundo medieval, con máquinas gigantes que luchan en medio de una sangrienta guerra. Yukari, su mejor amiga le cuenta sobre la partida de esa persona a la que más admira.


Bajo ese contexto, Hitomi busca confesar sus sentimientos a Amano, quien parte al extranjero y esta le realiza una promesa: Superar el record de trece segundos en los cien metros planos. Sin embargo, mientras realiza esa prueba, en medio de la pista se encuentra con un extraño joven que aparece casi por arte de magia y con un solo objetivo, derrotar a un dragón como parte de su prueba para convertirse en príncipe de un pequeño país, dentro de un extraño mundo. Por extrañas circunstancias, una vez destruida la bestia, el broche de Hitomi comienza a iluminar y el cielo la absorbe junto con el extraño joven llegando a un sitio desconocido en donde la Tierra y la Luna iluminan sus cielos. Hitomi llega a Gaia, Un mundo vecino a su tierra.


El desarrollo de esta historia es por todos conocido por los que la hemos visto: Un príncipe de un reino caído (Van Fanel); Un elegante soldado que aparece entre esta particular pareja (Allen Shezard); Una extraña mezcla entre niña y gato (Merle); Una hermosa e inteligente princesa (Milerna); Un(a) sádico(a) y sanguinario(a) soldado de una tierra invasora (Dilandau) y un misterioso hombre que forma parte del pasado de Van (Folken). Todos estos personajes poseen una propia historia, con un pasado amargo que en algún momento de sus vidas les ha tocado enfrentar y que buscan a través de sus acciones esa redención tan esquiva; algo de lo cual Hitomi jamás pensó en estar involucrada. Tal vez “La Serpiente” y “La Torre” (los naipes del tarot que visualizó antes del comienzo de su aventura) representan las imágenes más claras de un mundo arriba del suyo y en donde una extraña pero maravillosa máquina es el fiel reflejo de una tecnología perdida quizás en algún momento de la historia de la humanidad.



Da Vinci, la mitología y la tecnología



Uno puede pensar que esta historia con ribetes propios de los universos medievales puede traer a la memoria otras animaciones un poco más modernas como Berserk, Claymore o Akame Ga Kill!. Sin embargo, si hay algo que es característico de esta serie es la presencia de una tecnología que bien puede parecer rudimentaria, pero que a los ojos del espectador se ve maravillosa en todo sentido. Muchas de ellas son reflejo de un sueño que el ser humano hace trescientos años atrás quiso llevar a cabo gracias a los regalos que ofrece la naturaleza en torno al uso de energías renovables como el aire o el vapor de agua.


El mejor reflejo de esto último es el “Guymelef” (nombre que se le da al mecha dentro de esta serie). Su funcionamiento ilustra el uso de una mecánica que puede parecer imaginaria y propiamente tal de los primeros proyectos de vehículos creados por la humanidad y que tuvo como su punto máximo el surgimiento de la locomotora como medio de transporte impulsado por la fuerza tanto del fuego como del vapor. Sin embargo, mucho del funcionamiento de estas extraordinarias maquinas es gracias al "energist", una especie de fosil que le entrega casi vida propia a estas maquinas. 

La gran excepción a toda esta regla es “Escaflowne” el cual dentro de la serie es considerado como el Guymelef por excelencia, y que cuyos poderes van más allá de todo lo que se puede apreciar dentro de ese universo, inclusive más avanzado que las máquinas del malvado imperio de Zaybacher.


Sin embargo, otro tipo de máquinas voladoras hacen presencia dentro de la serie, algunas de ellas réplicas de los antiguos planos creados en el siglo quince por nada más y nada menos que Leonardo da Vinci. El mejor ejemplo de ellos es la nave de los subordinados de Allen Shezard. La máquina que funciona en parte gracias a la energía eólica bien representa el fiel reflejo del sueño del gran intelectual de la época moderna, quien tuvo la visión de una maquina inspirada en el vuelo de las aves. Como bien sabemos, si esos diseños de Da Vinci hubieran sido recreados en esa época, todos esos prototipos hubieran fracasado. Sin embargo, esas ideas dieron paso a un sinfín de pruebas con tal de lograr el milagro de la aviación, algo que fue posible gracias a los experimentos hechos por los Hermanos Wright a principios del siglo XX.


Pero hay un elemento que quizás permite resumir todo esto. Algo que dentro del universo en que se envuelve Gaia es el objeto de codicia de parte de Dolkirk, el gobernante de la nación invasora. La imagen de un país perfecto, con tecnologías avanzadas y donde los seres confraternizan sin odios ni guerras. Atlantis (o La Atlántida para muchos) es el símbolo más claro de uno de los misterios más simbólicos de la mitología dentro de la historia humana. Algunos creyentes afirman que en medio del océano atlántico existió un continente donde la vida era próspera y las edificaciones consistían en elegantes palaciegos que mostraban belleza y ostentación. Si bien muchos de los detalles de la existencia de este continente están basados en relatos del filósofo griego Platón, algunos aún consideran su existencia como algo inverosímil, incluso, generando diversas teorías de conspiración entre ellas la del gigantesco planeta Hercobulus. La imagen de este continente es vista desde Escaflowne como una tierra ideal, donde se esconde no solo el secreto de todo el mundo de Gaia, sino que también se encuentra el pasado oculto de los príncipes del destruido reino de Fanelia, los cuales derivan de una tribu legendaria de ese mundo considerado como maravilloso pero a la vez maldito.


De este último aspecto, podemos relacionar otro dentro del universo de la serie, y ese es el de las tecnologías perdidas, las que hablan de extrañas máquinas existentes en el pasado de la humanidad, algunas de ellas impensadas en los tiempos de hoy y manejadas por hombres de las antiguas civilizaciones (Mayas, Aztecas, Incas), las que presumiblemente son obra de seres extraterrestres que llegaron varios siglos antes de la colonización española en América. 


La banda sonora: Un sello de la serie


La concepción de que toda gran producción debe tener detrás una gran banda sonora es algo claramente certero. Diversos maestros de Hollywood se han encargado de crear obras que han quedado en la inmortalidad y que hasta el día de hoy son algo inolvidable. Esta serie tampoco es la excepción y creo -sin exagerar- debe ser la mejor banda sonora puesta en una serie de animación japonesa en la historia.


Detrás de todo el aparataje musical de Escaflowne, se encuentran las figuras de Yoko Kanno y Hajime Mizoguchi, los que en cuatro discos resumieron toda la obra musical creada para la serie animada. Por supuesto, está la voz de Maaya Sakamoto quien no solo interpreta el opening de la serie, sino que también presta su voz para otras canciones anexas dentro de la animación, además de ser la seiyu del personaje principal (Hitomi).


La creación d la música requirió de la cooperación de una orquesta extranjera. Para hacer posible la magia musical de la serie, Yoko Kanno viajó hasta Polonia para requerir de los servicios de la Orquesta Filarmónica de Varsovia y un coro también de ese país, los que colocan ese sello musical distintivo de la serie. Este trabajo que fue grabado por el sello Victor Entertaiment tuvo como resultado, a gusto de quien escribe, algo sencillamente sublime.


En fin, lo que el estudio SUNRISE nos obsequió en 1996, fue una obra magnifica dentro de la gran cantidad de producciones realizadas por la industria de la animación japonesa. No quizás para formar parte de una quinta revolución dentro del género, pero si para cautivar a un público impresionado por la historia creada por Kaizou Aki en 1994. Diversas son las imágenes que dejó este anime, muchas de ellas altamente emotivas. Pero lo que más cautiva dentro de esta historia es cómo de a poco fue naciendo un amor en un mundo hostil. Un vínculo que se coronó con una frase que Hitomi soltó al final del episodio veintiséis: “¿Nos volveremos a ver?”. Tal vez, en una de esas situaciones, el deseo de Hitomi se cumplió.  Quizás, aún está a la espera. 


Nos vemos en otra ocasión