[Reseña] DOOM - The Dark Ages: ¿Renovarse o morir? ¡NO! renovarse y destruir

Por el 9.5.25


“Reinventarse o morir” es una de esas frases que solemos escuchar cuando una franquicia lleva demasiado tiempo entre nosotros. Tiene algo de crudo, pero también de cierto: no puedes seguir ofreciéndole lo mismo al público, por muy bueno que haya sido en su momento. DOOM entendió esto perfectamente: Aunque sus clásicos son legendarios y siguen siendo muy queridos, la franquicia no podía sostenerse únicamente sobre ese viejo logro.

 

En 2016, ID Software lo comprendió y logró cautivar tanto a veteranos como a nuevos jugadores con una renovada forma de entender los shooters. Pero no se conformaron con eso: en DOOM Eternal (2020), llevaron aún más lejos esta fórmula, logrando una experiencia intensa, vertiginosa y refinada.

 

Para la desarrolladora, que cada entrega de Doom se sienta única, no es solo una meta, es un principio de diseño.


Por eso, DOOM: The Dark Ages llega con una expectativa altísima. Id Software y Bethesda han sido muy claros: tienen toda la carne en el asador. Y eso no hace más que aumentar la emoción entre los fans.

 

Esta entrega no busca replicar lo anterior, sino rendir homenaje a las raíces de la saga, inspirándose en el combate más clásico —con esquives, proyectiles visibles y un ritmo más "terrenal"— mientras introduce elementos completamente nuevos en pro de una experiencia fresca.

 

Así que la pregunta es inevitable: ¿cumple el juego con todo lo prometido? ¿Se queda corto como un simple rediseño superficial, o logra superar incluso su propio legado con una propuesta más ambiciosa, salvaje y bien lograda? Profundamente agradecidos con Bethesda Latinoamérica, es que pudimos probar este juego y resolver nuestras dudas.



UNA BESTIA, UN ARMA, EL SLAYER - HISTORIA

En esta ocasión, la trama toma un rumbo inédito para la franquicia. Como su nombre lo indica, Dark Ages se ambienta en una era medieval —muy alejada del infierno tecnológico de entregas anteriores— y funciona como precuela de Doom (2016) y Doom Eternal. Aquí se libra una guerra entre demonios del inframundo y la humanidad, liderada por los Centinelas, guerreros de élite con destreza táctica, y los Maykr, una avanzada raza alienígena que busca mantener el orden y someter a los invasores demoníacos.

 

El Slayer, nuestro protagonista, es hallado y entrenado por los Centinelas, pero potenciado con fuerza y poderes celestiales por los Maykr. Sin embargo, no es visto como un héroe, sino como un arma descomunal que debe usarse con precaución. Su brutalidad es tan efectiva como peligrosa, y por eso solo se le libera en situaciones extremas: no conviene hacer confianza a su sed de sangre, ya que no es una certeza que distinga a aliados de enemigos.


“¿Aliado o enemigo? Ninguno. El Slayer solo es un salvaje insaciable”


Con esta premisa, la narrativa nos sitúa como pieza clave en una guerra épica. Si bien, algunos temían que dotar al Slayer de expresiones, reacciones o incluso breves líneas de diálogo rompiera su aura mítica, ocurre lo contrario: cada matiz se suma con inteligencia para reforzar su leyenda, no para humanizarla ni rebajarla.


A pesar de ser una precuela —y saber hacia dónde se encamina—, los acontecimientos sorprenden y se sienten relevantes. La historia no solo interesa, sino que potencia la jugabilidad como chispa que enciende el ritmo de combate. Se cuenta de forma sobria, sin interrupciones, mediante cinemáticas breves al inicio y cierre de cada capítulo que contextualizan sin saturar.


Sin caer en spoilers, puedo asegurar que hay más de una revelación impactante. Si había dudas sobre su narrativa, DOOM: The Dark Ages las disipa con fuerza y convicción.


Finalmente, vale la pena destacar que el juego está completamente doblado al español latino, con una localización más que competente. Aunque no podemos revelar al elenco, hay certeza de que sus interpretaciones cumplen con creces y elevan la historia contada.


OBJETIVO PRIMARIO: ARRASAR CON TODO. SECUNDARIO: CUMPLIR LAS MISIONES

La dinámica es directa: avanzar cumpliendo objetivos que, casi siempre, implican llegar a una zona y aniquilar oleadas demoníacas. A veces se trata de encuentros rápidos; otras, de enfrentamientos brutales que nos exigen convertirnos en bestias imparables, usando todo nuestro arsenal para no dejar ni un cuerpo en pie.


Si bien hay zonas cerradas como en los clásicos, también hay mapas más abiertos, con rutas opcionales y coleccionables escondidos.


No se va a la guerra sin armas - El arsenal del Slayer

El sistema de juego brilla por su sinergia: todo encaja como un reloj suizo. La movilidad —entre caminar, sprintar y saltar— es vital. Estar quieto es una sentencia de muerte. Si no te mueves, los enemigos rápidamente comerán tu barra de armadura y vida.


Las armas, por su parte, son variadas, satisfactorias y cada una aporta una estrategia distinta: escopetas lentas, pero demoledoras, metralletas de clavos que limpian el terreno, o rifles de fragmentación que despedazan carne con estilo. Cada nueva herramienta desbloqueada o mejorada mantiene el combate fresco y versátil.


Una de las estrellas del arsenal es la Sierra de escudo: sirve tanto para parrys como para cortar enemigos o estructuras metálicas. Si bloqueas un ataque (marcado en verde) en el momento justo, devuelves el golpe con fuerza. Incluso puedes redirigir proyectiles enemigos. Su dominio lleva tiempo, pero una vez lo logras, se vuelve un recurso letal.


Combinada con nuevas armas cuerpo a cuerpo, la acción se vuelve más cercana, brutal y exigente. El combate obliga a mantener ritmo, puntería y control absoluto de la movilidad. Al final, te sientes como una fuerza de la naturaleza que no se detiene por nada.


Cada arma es un mundo; dominarlas y cambiarlas rápido es clave.


Entra cuchillo, salen las tripas - Los demonios como obstáculo

Los enemigos no se andan con rodeos. Hay de todo tipo: blindados, veloces, gigantescos, cuerpo a cuerpo o de largo alcance. Cada uno plantea un reto distinto, y el juego los combina con inteligencia para forzarte a usar todo tu repertorio. Algunos exigen precisión con los parrys, otros obligan a cambiar de arma. Nunca se siente repetitivo.


El juego premia la agresividad: si te acobardas, mueres. Pero si abrazas la brutalidad y no sueltas el gatillo, el flujo de combate te recompensa con salud, armadura y munición. Es un círculo de violencia pura que impulsa la supervivencia del más fuerte.


Para una experiencia que se adecúe a cada jugador, se implementó un sistema de dificultad personalizable, en donde aspectos como el daño recibido, hostilidad de los enemigos, tiempo de accesibilidad a los parrys pueden ser nivelados.

 

Existen niveles preestablecidos que son el clásico fácil-normal-díficil. Recomiendo probar todo lo posible y no tenerle miedo al reto, ya que una vez que te vuelves hábil, es altamente satisfactorio el sentir como el juego fluye y eres una navaja suiza, brutal y viviente que sabe cómo y cuándo aprovechar su arsenal además de esquivar a todos los tipos de enemigos.






Mejoras y tesoros del Infierno

Cada una de las 22 misiones en DOOM: The Dark Ages esconde un buen puñado de coleccionables que enriquecen tanto la jugabilidad como la exploración.


Entre los más importantes están las monedas de mejora, que pueden usarse en santuarios para potenciar nuestras armas, la sierra de escudo o las herramientas cuerpo a cuerpo. Estas mejoras abarcan desde daño, velocidad y alcance, hasta efectos especiales como quemaduras, aturdimientos o sinergias únicas.


Por ejemplo, una mejora del lanzador de clavos permite que los enemigos marcados por la sierra reboten los disparos, propagando el caos a su alrededor. También encontraremos líderes simbólicos que otorgan mejoras permanentes a nuestra barra de vida, armadura y capacidad de munición, fundamentales para sobrevivir a las hordas demoníacas.


Regresan los coleccionables clásicos como los carismáticos juguetitos ocultos en zonas secretas, así como las entradas del códice, que expanden el lore y contexto del juego. Además, hay diseños alternativos para armas, algunos simpáticos, otros con referencias ocultas para los más atentos.


Lo mejor de todo es cómo están distribuidos: nunca interrumpen el ritmo ni se sienten forzados. Explorar y recolectar se siente natural, y estar atento a ellos no afecta lo frenético del combate.



Tip: si sientes ese cosquilleo de que “algo hay por aquí”, revisa el minimapa. No solo es útil, sino que recompensa esa intuición de querer limpiar el mapa por completo sin cortar la acción.


MECHA Y DRAGÓN AL SERVICIO DEL CAOS

Uno de los momentos en donde el gameplay da un giro más notable es cuando tomamos el control total de un mecha o un dragón.

Pilotar el mecha es pura epicidad: cada pisada retumba con fuerza y presencia, especialmente al atravesar escenarios que antes recorrimos a pie como el Slayer. Podemos lanzar golpes brutales, hacer parrys y ejecutar combos que, si dominamos bien, nos permiten remates tan contundentes que convierten a enemigos en simple carne destrozada. Las estructuras que antes eran indestructibles, ahora se sienten como papel bajo nuestros puños cargados.


Es como usar a un boxeador gigante de metal; se requiere ritmo, fuerza y precisión.



El dragón, por su parte, remite a clásicos como Panzer Dragoon o Star Fox. Montura veloz, ágil, con capacidad de disparo y desplazamiento libre por zonas amplias. Su uso se enfoca en eliminar naves enemigas mientras atravesamos escenarios aéreos, pero no somos invencibles: los enemigos responderán con todo para impedir nuestro avance.

El parry también está presente en esta modalidad, y dominarlo nos permite evadir daño y explorar con libertad para encontrar secretos o rutas alternativas. Tanto el mecha como el dragón aparecen solo en momentos clave —no son herramientas constantes—, pero cuando entran en acción lo hacen para refrescar la experiencia sin romper la sinergia y ritmo del sistema base.

Especialmente con el dragón, es un deleite moverse por mapas más abiertos, buscar zonas especiales y lanzarse a combates donde la desventaja numérica no importa, porque la superioridad táctica y bruta está de nuestro lado.

Estas secuencias no solo refrescan la fórmula, sino que expanden el alcance de lo que DOOM: The Dark Ages quiere ser: un festín de brutalidad creativa donde todo se siente al servicio de la jugabilidad.


Potencia bajo control - Apartado Técnico

En lo visual y técnico, DOOM: The Dark Ages es un logro sólido. La versión utilizada para esta reseña corrió en PC con una NVIDIA GeForce RTX 3070, alcanzando un rendimiento estable de 60 a 70 FPS en 1440p con configuración gráfica en medio. Puede sonar modesto, pero es destacable considerando la cantidad de caos simultáneo en pantalla: decenas de enemigos, explosiones, efectos visuales intensos y acción constante.

Aun con todo esto, el juego mantiene una notable fidelidad en modelado y texturas tanto en personajes como escenarios. Se siente como una evolución natural respecto a DOOM (2016) y DOOM Eternal: bien optimizado, adaptable a múltiples configuraciones y con un acabado que garantiza una buena longevidad visual.

Las máquinas más potentes sacarán brillo al espectáculo, pero incluso en equipos intermedios se disfruta con soltura y estabilidad.



DOOM también se escucha - Apartado Sonoro

La identidad sonora de DOOM está intacta: riffs de metal, atmósferas agresivas y una energía que estalla en cada combate. La música no solo acompaña, su rock pesado y metal marcan el ritmo de la masacre y te sumerge en ese trance de furia incontrolable donde todo se reduce a tú o ellos.


Acompañando esta banda sonora brutal, los efectos de sonido cumplen con precisión quirúrgica: disparos que retumban, impactos que duelen y gruñidos demoníacos que avisan que el peligro está cerca (o que lo estás acabando).


Mi recomendación es clara: juega con audífonos y en un entorno sin distracciones. Lo vas a agradecer cuando sientas que cada golpe, cada disparo y cada grito es parte del campo de batalla.



Un nuevo clásico de la carnicería

Más de una vez me descubrí con la respiración agitada, el corazón latiendo a mil, las pupilas dilatadas y las manos sudando. No por la presencia de miedo, sino por haberlo vencido, a esto le acompañaba la exaltación absoluta que me provocaba cada enfrentamiento, cada disparo o cada parry bien ejecutado.


DOOM: The Dark Ages logra lo que solo los buenos shooters consiguen: meterte tan profundo en su ritmo y estilo que olvidas el mundo exterior. Aquí no hay nadie más poderoso que tú.


No es DOOM (2016), ni DOOM Eternal. Es una nueva arma por dominar. Conserva el espíritu y núcleo del gameplay que caracteriza a la saga, pero lo lleva hacia horizontes frescos y sumamente novedosos. Con una duración que casi duplica a Eternal —y más si decides explotar cada rincón—, esta entrega se siente viva, rejugable y, sobre todo, divertida de principio a fin.



La mezcla entre combate cuerpo a cuerpo, parrys precisos, mapas abiertos, y momentos únicos como el uso del mecha o el dragón, hacen que Dark Ages no solo innove: lo hace sin perder lo que hace único a DOOM. Cada disparo, cada esquive, cada ejecución forma parte de un sistema afinado al detalle, donde ser agresivo no es una opción: es la única forma de sobrevivir.


No se conforma con ser otro juego violento y frenético. Refina su fórmula hasta convertirla en un ballet sangriento de precisión, ritmo y furia. No se trata de disparar por disparar, sino de orquestar destrucción. De sentir cómo cada botón que presionas desata una sinfonía de caos cuidadosamente diseñada para hacerte sentir imparable.

 


Recibe la calificación de 100/100 en ANMTVLA, al ser una fina pieza de software que entiende cómo ser única, divertida, pero sobre todo clara y contundente: el caos que se vive en DOOM no es un accidente, es una obra de arte cuidadosamente diseñada que apunta a ser uno de los mejores juegos del año.


DOOM: THE DARK AGES ESTARÁ DISPONIBLE ESTE 15 DE MAYO EN PLAYSTATION 5, XBOX SERIES X|S Y PC. 



Reseña realizada por Hugo Montiel, para más contenido e interacción sobre el mundo de los videojuegos, puedes checar mis redes.